Granada en el Divan

Granada en el Diván

Granada en el Diván

Visita guiada a la ciudad de Granada a través de su Patrimonio Oral y su legado simbólico.

Poner a Granada en el Diván es un juego por el que esperamos oír aquellas cosas que pocas veces tenemos la oportunidad de escuchar. Es asistir al gabinete del psicoanalista pero sin ánimo de recetar. Cada cual extraiga sus conclusiones. Claro que en conjunto posee un valor simbólico nada despreciable, y merece la pena dedicarle un rato. Es por ello que te invito a seguir conmigo esta ruta al «legado dormido» de esta vieja ciudad.

Podríamos arriesgar una interpretación de la ciudad, como si de un ser vivo se tratase? Podríamos poner a Granada en un diván simbólico para tratar de conocer lo que de oculto e inconsciente afecta a su ser Granada, a sus perfiles, su carácter? Naturalmente que sí, puesto que la ciudad se mueve, late y respira, siguiendo los impulsos que sus habitantes le inducen.
A simple vista pareciera que la ciudad crece y se desarrolla de forma natural como un cuerpo pluricelular, con unos movimientos tan sutiles que debiéramos utilizar el velocímetro de nuestra improvisada cámara -no podemos ocultar que somos hijos del cine- para adquirir alguna idea de conjunto de todos sus latidos. A nuestros ojos sorprendidos -si ello fuera posible- observaríamos cómo de la nada -cual hongo prohijado por hormigas- fuérase asentando un organismo fúngico que a la velocidad de siglos crece, se extiende, padece y reconstituye sus partes dañadas, y no cesa de abarcar con cada impulso, más y más territorio. Ninguno de esos movimientos son casuales más allá de su capacidad de conciencia, puesto que todos ellos manifiestan la inteligencia de los minúsculos personajes que en acción imparable no cesan de interactuar con este macro-organismo. Y como en este caso -dado el tamaño- prefiriendo la lupa al microscopio, nada más coherente que tratar de extraer conocimiento de su inteligencia vital o idiosincrasia, no tras un análisis de cualquiera de esos individuos laboriosos -que no nos llevaría demasiado lejos- sino de la observación del conjunto de ese denodado empeño que es la ciudad.

Así que puestos a conocer la comunidad que lo rige, hagamos lectura del resultado de su obra y descubramos qué quieren, que deseos les guían, que sueños les impulsan, que dolores ocultan, que cosas les repudian, y en definitiva, en qué dirección volátil orientan sus frágiles creencias, según los tiempos, el clima o sus irresueltos conflictos.
Granada es muy rica en ese patrimonio que puedo llamar «simbólico». Es decir, que a simple vista podemos hallar puentes de unión con su inconsciente, puertas de entrada a remotos parajes durmientes que extrañamente mantiene -con esfuerzo- en el olvido, tratando de ocultar lo que no puede.
Pues bien, en esta ruta que os propongo, jugaremos un juego divertido: tratar de descubrir por lo que vemos aquello que no es manifiesto. Es todo un reto. Pero de ello se trata, de ir descubriendo y complentando el jeroglífico.
Y el romance? He de decir que es nuestra excusa, pero también nuestro guión, puesto que en sus registros se hallan pergeñadas muchas claves. Y no sólo, porque escucharlos sigue recreando la belleza con que fueron construidos, como testigos de los tiempos y como manifestación de un arte milenario.

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